Mientras la industria aún despliega antenas 5G en las grandes urbes, una nueva ola tecnológica ya orbita sobre nuestras cabezas. El modelo de conectividad satelital directa al móvil, liderado por Starlink y otras constelaciones, podría convertir a las operadoras móviles tradicionales en simples intermediarios de una red global sin torres.
Durante más de una década, las telecomunicaciones móviles se han definido por el despliegue gradual de nuevas generaciones: del 3G al 4G, y del 4G al 5G. La promesa era siempre la misma: más velocidad, menor latencia, y una cobertura cada vez más amplia gracias a redes densamente tejidas en torres, antenas y fibra óptica.
Sin embargo, en 2025, la revolución ya no se cuece en tierra firme. Las apuestas más ambiciosas miran al cielo. Decenas de empresas, desde SpaceX hasta Amazon, están lanzando miles de satélites de órbita baja con un objetivo compartido: permitir que cualquier smartphone con conectividad LTE pueda conectarse directamente al satélite, sin pasar por antenas terrestres.
Esta tecnología se conoce como Direct-to-Cell y representa una ruptura radical con el modelo actual.
Una comparativa: del 4G al espacio
Para entender el impacto de esta transformación, conviene repasar las diferencias clave entre las generaciones móviles tradicionales y los nuevos modelos satelitales:
Tecnología | Velocidad estimada | Latencia media | Cobertura | Infraestructura terrestre | Estado en 2025 |
---|---|---|---|---|---|
4G LTE | 10–100 Mbps | 50–100 ms | Alta en zonas urbanas | Alta | Establecida globalmente |
5G (mmWave/sub-6) | 100 Mbps – 1 Gbps+ | 1–10 ms | Limitada fuera de ciudades | Muy alta | En despliegue, lento en áreas rurales |
6G (previsto) | >1 Gbps | <1 ms | Teórica (no implementada) | Extremadamente alta | En investigación y pruebas |
Direct-to-Cell | 0,5–20 Mbps (actualmente) | 30–100 ms adicionales | Global, incluso zonas remotas | Casi nula | Primeros despliegues comerciales |
Satélite + gateway | 50–250 Mbps (Starlink fijo) | 20–40 ms | Alta con antena específica | Requiere equipamiento extra | Ampliamente extendido en hogares y barcos |
Como se observa, el modelo Direct-to-Cell no busca competir en velocidad pura con las redes 5G urbanas, sino en lo que verdaderamente importa para millones de personas: cobertura universal, resiliencia y libertad frente a infraestructuras físicas vulnerables.
Una revolución geopolítica, no solo técnica
Este cambio tecnológico también redefine las relaciones de poder. Hasta ahora, los Estados ejercían soberanía sobre su espectro radioeléctrico, controlaban a sus operadoras nacionales y regulaban el despliegue de torres y licencias. Pero con las constelaciones satelitales, esa soberanía se diluye.
“Direct-to-Cell convierte cualquier punto del planeta en un nodo conectado sin depender de redes locales. Para los ciudadanos es un salto en libertad digital. Para los gobiernos, un desafío al control tradicional de la conectividad”, advierte David Carrero, cofundador de Stackscale (Grupo Aire) y experto en infraestructura cloud.
La pregunta es tan sencilla como incómoda: ¿puede un país prohibir el cielo?
Gigantes en órbita: una nueva carrera por el dominio digital
A día de hoy, la carrera por liderar esta nueva era está liderada por empresas privadas con presupuestos multimillonarios:
- SpaceX (Starlink): Más de 7.000 satélites operativos, servicio Direct-to-Cell con T-Mobile en EE. UU. y Kyivstar en Ucrania.
- AST SpaceMobile: Acuerdos con AT&T, Vodafone y Verizon; prevé cobertura comercial desde julio 2025.
- Amazon Kuiper: Ha lanzado 54 satélites, con objetivo de 1.618 en órbita antes de julio de 2026.
- Lynk Global: Más de 30 operadores como socios; utiliza espectro sub-GHz con excelente propagación.
- Eutelsat OneWeb: Enfocado en empresas y gobiernos; primeros ensayos 5G exitosos desde satélite.
- Telesat Lightspeed: Con foco empresarial y apoyo estatal en Canadá; lanzamientos a partir de 2026.
Mientras tanto, las operadoras tradicionales intentan adaptarse. Pero muchas de ellas podrían quedar relegadas a meros revendedores de servicios satelitales si no logran ofrecer valor añadido.
Una tecnología con doble filo
Como toda revolución, el Direct-to-Cell conlleva riesgos:
- Concentración de poder: Un pequeño grupo de empresas controlará las comunicaciones móviles globales.
- Privacidad y vigilancia: La conectividad orbital puede ser tentadora para gobiernos autoritarios.
- Sostenibilidad espacial: Miles de satélites nuevos elevan el riesgo de colisiones y basura orbital.
- Dependencia tecnológica: Si falla el proveedor satelital, puede caer toda la red nacional.
Para Carrero, la solución pasa por infraestructuras soberanas y abiertas: “Europa debe impulsar sus propias constelaciones y establecer estándares de interoperabilidad. No podemos ceder el control de la conectividad a cinco empresas privadas y confiar en su benevolencia”.
Conclusión: la última generación terrestre
El modelo Direct-to-Cell no acabará con las redes móviles de la noche a la mañana. Pero sí marcará el inicio del fin del dominio exclusivo de las operadoras tradicionales. En zonas rurales, montañosas o conflictivas, los satélites ofrecerán pronto mejor cobertura, menor coste y mayor independencia.
La historia de la conectividad, que comenzó con cables, torres y antenas, podría acabar mirando al cielo. Y en ese firmamento digital, la batalla por el acceso, la privacidad y la soberanía apenas ha comenzado.