Menéame ha cumplido 20 años. Dos décadas después de su nacimiento, el mítico agregador de noticias de fondo naranja sigue vivo, con sus virtudes, sus manías y su comunidad, celebrando un aniversario poco habitual en una web donde la mayoría de proyectos mueren jóvenes o se diluyen en redes sociales.
El mensaje de cumpleaños, publicado por el propio sitio, condensa en unas líneas el espíritu de la casa: “Para los que leen, para los que comentan, para los que menean, para los meneados, para los baneados, para los concebollistas, para los que frungen… FELIZ ANIVERSARIO”. Una lista tan absurda como precisa que funciona casi como retrato sociológico de la fauna que ha pasado por Menéame en estas dos décadas.
El agregador que ya estaba ahí antes que las redes
Mucho antes de que Twitter, Facebook o TikTok se convirtieran en la plaza pública digital, Menéame ya hacía algo muy parecido: recoger enlaces de actualidad enviados por usuarios y dejar que la comunidad decidiera, con votos y comentarios, qué llegaba a portada.
La mecánica era sencilla: alguien encontraba una noticia interesante, la enviaba, otros la “meneaban” o la descartaban, y en paralelo se abría un hilo de comentarios donde se discutía, se aportaban datos, se corregían titulares o se desmontaban bulos. Esa combinación de filtrado social y debate convirtió a Menéame en un lugar recurrente para seguir la actualidad con una mirada distinta a la de los grandes medios.
Durante años, muchas historias circularon primero por Menéame antes de saltar a la prensa generalista: desde escándalos políticos y casos de corrupción hasta curiosidades tecnológicas, hilos históricos o pequeñas noticias locales que la comunidad amplificaba.
Una comunidad intensa, crítica… y muy suya
El aniversario también es un homenaje a la base real del proyecto: sus usuarios. En el texto conmemorativo se menciona a “los listos, los tontos, los sosegados, los de la histeria, los mediatizados, los renegados, los del baneo y los baneados”. Menéame nunca ha aspirado a ser un lugar neutro o edulcorado, y quien entra lo sabe.
Su comunidad se caracteriza por el debate duro, la ironía constante y una memoria colectiva afilada. Los chistes internos, las guerras históricas en los comentarios y los eternos debates —política, ciencia, tecnología, fútbol, tortilla con o sin cebolla— forman parte del ADN del sitio.
También ha habido fricciones: discusiones sobre moderación, acusaciones de sesgo ideológico, críticas a ciertos grupos de usuarios organizados o a la propia evolución del proyecto. Pero esa conflictividad forma parte de su naturaleza: Menéame funciona más como una asamblea permanente que como una red social al uso.
Software libre y transparencia como señas de identidad
En un ecosistema digital cada vez más dominado por plataformas cerradas, Menéame ha mantenido un rasgo que lo distingue: su código es abierto y está disponible en GitHub para quien quiera revisarlo, aprender o proponer mejoras.
Esa decisión encaja con el espíritu original del proyecto: transparencia en el funcionamiento, reglas visibles, karma de usuarios público y un sistema de votos y moderación que, con todas sus imperfecciones, permanece a la vista. No hay un algoritmo opaco decidiendo qué se ve y qué no; son los propios usuarios los que, con sus votos, empujan o hunden los envíos.
Esta filosofía ha convertido a Menéame, además de en un sitio de noticias, en un caso de estudio sobre cómo se organiza una comunidad online cuando todas las palancas —votos, reglas, administración, código— son observables.
Veinte años en un Internet irreconocible
El contexto en el que nació Menéame no se parece en nada al actual. A mediados de los 2000 no existía TikTok, Twitter era un experimento minoritario y las grandes plataformas aún no habían levantado sus jardines vallados. Los foros, los blogs y los agregadores de enlaces eran el tejido principal de la conversación.
Que Menéame siga activo 20 años después, con su estética reconocible y su dinámica más o menos intacta, tiene un punto de anacronismo… pero también de resistencia. Mientras muchos espacios han cedido a la lógica del contenido viral efímero, el sitio naranja sigue apostando por enlaces, texto y discusión, con un ritmo menos frenético que el de las redes, pero más profundo en muchos temas.
El propio mensaje de aniversario recuerda tanto a “los que están” como “a los que se ausentaron”. Usuarios veteranos que ya no participan, nicks míticos que quedaron en el archivo y nuevas generaciones que han ido llegando, a menudo recomendados por alguien que resume Menéame de forma sencilla: “Es como un bar de Internet, pero con enlace a la fuente”.
Un futuro abierto (como su código)
Nadie sabe cómo será la web dentro de otros 20 años, ni si seguirán existiendo proyectos comunitarios de larga duración. Pero el aniversario de Menéame demuestra que todavía hay espacio para modelos distintos a los de las grandes tecnológicas: espacios donde la conversación, el voto y la cultura propia pesan más que los algoritmos de recomendación.
El sitio no vive de grandes campañas ni de estrategias de marketing agresivas. Su mejor tarjeta de presentación siguen siendo sus propios usuarios, que lo recomiendan —o lo critican— con la misma intensidad con la que discuten en los comentarios.
Veinte años después, entre calvos, pelirrojos, concebollistas, paganos, frikis de la tecnología, comentaristas incansables y lectores silenciosos, Menéame celebra su aniversario con un mensaje simple: sigue aquí, igual de naranja, igual de ruidoso, igual de peculiar. Y, al menos por ahora, con ganas de seguir meneando la actualidad unos cuantos años más.







