Los rumores ya no se cuentan al oído. Hoy viajan en vídeos, memes y audios de voz que alcanzan a millones de personas en segundos. Niños y adolescentes —nativos digitales por definición— están más expuestos que nunca a contenidos manipulados, desafíos virales de alto riesgo y noticias falsas creadas con inteligencia artificial. En un entorno en el que lo falso se presenta muchas veces con apariencia más convincente que la realidad, educar en pensamiento crítico se convierte en una necesidad urgente, no solo para ellos, sino también para sus familias y educadores.
El último informe de ESET Research advierte sobre cómo la desinformación está penetrando en el día a día de los más jóvenes. No se trata de exageraciones ni de casos aislados: desde leyendas urbanas que resucitan con nuevos disfraces digitales, hasta bulos con apariencia de noticia que siembran el miedo, pasando por desafíos virales que han causado lesiones reales o incluso, en algunos casos, muertes.
Rumores, bulos y leyendas: distintas caras de la desinformación
La desinformación no es uniforme. Según los expertos de ESET, se presenta en distintas formas, cada una con sus propios riesgos y mecanismos de difusión:
- Rumores: surgen sin mala intención y se expanden rápidamente. Son esas pequeñas historias sin confirmar que “alguien escuchó” y que se multiplican sin control. Un ejemplo típico: mensajes virales alertando sobre dulces contaminados en Halloween o supuestas bandas de delincuentes cerca de escuelas.
- Bulos (hoaxes): son fabricaciones intencionadas, diseñadas para manipular, engañar o generar confusión. Se presentan como promociones falsas, noticias alarmantes o incluso campañas políticas disfrazadas de contenido legítimo.
- Leyendas urbanas: historias increíbles que parecen lo suficientemente reales como para enganchar. Aunque muchas tienen décadas de antigüedad, en redes sociales se adaptan a nuevos formatos —reels, hilos, audios— y encuentran siempre nuevas vidas.
Con el auge de las redes sociales y la inteligencia artificial, todas estas formas de desinformación han ganado velocidad y alcance. Lo que antes tardaba días o semanas en propagarse, hoy puede alcanzar audiencias globales en cuestión de minutos.
La inteligencia artificial: nueva aliada de la mentira
Una de las grandes preocupaciones actuales es cómo la inteligencia artificial ha facilitado la producción de noticias falsas, imágenes hiperrealistas, audios y vídeos deepfake. Lo que antes requería recursos técnicos complejos, ahora se puede lograr con herramientas accesibles para cualquiera.
Los algoritmos de redes sociales, por su parte, tienden a amplificar lo que genera interacción —y eso, muchas veces, es lo más alarmante, polémico o emocional—, aunque no sea cierto. Así, sin querer, contribuyen a que la mentira se viralice más que la verdad.
Bots automatizados, contenido manipulado y narrativas diseñadas para sembrar el miedo o reforzar estereotipos son parte del día a día digital. Y los menores, sin las herramientas cognitivas de un adulto, quedan especialmente vulnerables.
Casos reales que se hicieron virales (y peligrosos)
Blue Whale Challenge (2016): una supuesta “ballena azul” que invitaba a adolescentes a cumplir 50 retos peligrosos, culminando en el suicidio. Aunque nunca se demostró que existiera como fenómeno organizado, el miedo se hizo viral, llegando a medios y autoridades de todo el mundo.
Sleepy Chicken (2022): un reto en TikTok proponía cocinar pollo en jarabe para la tos (NyQuil). Aunque surgió como una broma, el riesgo era real: los vapores liberados al calentar el medicamento podían causar daños respiratorios, y el consumo del plato podía provocar una sobredosis.
Reto del desodorante (2017): adolescentes se desafiaban a rociarse spray sobre la piel el mayor tiempo posible. Muchos acabaron con quemaduras graves, similares a congelaciones.
“National Rape Day” (2021 y 2024): un bulo que afirmaba que el 24 de abril sería legal cometer agresiones sexuales. A pesar de haber sido desmentido en múltiples ocasiones, resurgió en TikTok Alemania en 2024, impulsado por una advertencia oficial que, lejos de contenerlo, amplificó su alcance. En esta ocasión, el rumor incluso fue utilizado para difundir mensajes xenófobos.
¿Qué pueden hacer las familias?
La buena noticia es que la solución no está solo en la tecnología, sino en la educación. Enseñar a niños y adolescentes a dudar, verificar y contrastar la información es el paso más importante. ESET propone estrategias sencillas y efectivas para aplicar en casa:
- Pausar antes de compartir: si algo suena exagerado, demasiado impactante o te genera alarma, probablemente es falso.
- Comprobar la fuente: ¿quién lo dice? ¿Es un medio confiable o una cuenta desconocida?
- Buscar en Google: muchos bulos han sido desmentidos en sitios especializados.
- Detectar señales de alerta: uso excesivo de mayúsculas, errores gramaticales, lenguaje dramático o presión para “compartir ya”.
- Hablar del tema en casa: el diálogo familiar es clave. Una simple pregunta —“¿crees que esto es verdad?”— puede despertar la reflexión.
Incluso se puede realizar una actividad educativa con los más pequeños: crear juntos una noticia falsa o un sitio web inventado utilizando herramientas gratuitas. Este ejercicio, recomendado por varios programas de alfabetización digital, permite visualizar lo fácil que es manipular contenidos y refuerza el espíritu crítico.
El poder del pensamiento crítico
La historia demuestra que la manipulación informativa no es nueva. Ya en la antigua Roma, Octavio, futuro emperador Augusto, desacreditó públicamente a su rival Marco Antonio mediante una campaña de desprestigio sin precedentes. Lo acusó de borracho, de estar dominado por Cleopatra y de traicionar los valores romanos. Sin redes sociales ni periódicos, lo hizo a través de discursos, poemas y monedas grabadas. El resultado: ganó apoyo popular y se convirtió en el primer emperador de Roma.
Hoy, los mecanismos son distintos, pero la lógica es la misma: controlar la narrativa para influir en emociones y decisiones. Por eso, más allá de las herramientas tecnológicas, el antídoto más potente contra la desinformación sigue siendo una ciudadanía formada, curiosa y consciente.
En un mundo donde lo viral no siempre es veraz, la mejor protección para nuestros hijos es ayudarles a desarrollar una mirada crítica, capaz de hacer pausas, cuestionar lo que se ve y buscar la verdad detrás de cada historia. Porque en la era digital, pensar bien es también vivir mejor.
vía: Noticias Educación