¿Nos quitará el trabajo la inteligencia artificial? No del todo, pero ya está cambiando cómo lo hacemos

Elena Digital López

Un estudio de Microsoft revela qué profesiones ya están siendo impactadas por la IA generativa y qué tareas se están automatizando sin que apenas lo notemos

Cuando pensamos en inteligencia artificial, es fácil imaginar robots humanoides desplazando a personas en sus puestos de trabajo. Pero la realidad, como suele ocurrir, es mucho más sutil. La IA no ha llegado para sustituirnos de un día para otro, sino para meterse poco a poco en nuestras rutinas, ayudando en unas tareas, absorbiendo otras… y transformando la forma en que trabajamos.

Un estudio reciente de Microsoft, basado en el análisis de más de 200.000 conversaciones reales entre usuarios y su asistente de IA Bing Copilot, pone cifras y nombres a este cambio silencioso. A diferencia de otros informes que especulan sobre el futuro del trabajo, este estudio observa lo que ya está ocurriendo hoy: personas pidiendo ayuda a la IA para redactar correos, planificar contenidos, traducir documentos o responder preguntas complejas.

Profesiones en la primera línea del cambio

Lo más llamativo del informe no es que la IA funcione, sino que muchas personas ya la están integrando activamente en su trabajo diario. Según los datos, las profesiones más afectadas por esta transformación no son precisamente nuevas: traductores, escritores, periodistas, editores, agentes de atención al cliente, programadores… Todos ellos comparten algo: trabajan con información, palabras y comunicación.

El sistema de medición, basado en las tareas que describe el servicio laboral O*NET del Gobierno de EE. UU., revela que muchas de estas funciones pueden ser asistidas —y en algunos casos, realizadas en su totalidad— por herramientas como Copilot, ChatGPT o Claude. No es que un redactor haya sido reemplazado, pero puede que la IA ya esté escribiendo el primer borrador.

Lo que la IA aún no puede tocar

Pero también hay un lado B en esta historia. Hay trabajos que, de momento, están lejos de ser automatizados. No por falta de interés, sino porque implican una dimensión física, emocional o sensorial que las máquinas aún no pueden replicar.

En esta categoría encontramos a enfermeros, auxiliares de clínica, operarios de maquinaria, instaladores de neumáticos, técnicos de laboratorio, bomberos o empleados de mantenimiento. Profesiones que exigen coordinación, cuidado, fuerza, percepción espacial o empatía. Cualidades humanas que, por ahora, siguen sin imitarse por completo.

La IA puede escribir una receta médica, pero no puede calmar a un paciente. Puede sugerir cómo cambiar una rueda, pero no sentir la vibración de un tornillo flojo. Puede incluso generar una clase de matemáticas, pero no entender cuándo un alumno se siente frustrado o inseguro.

¿De verdad peligra el empleo?

No necesariamente. “Que una tarea pueda ser automatizada no significa que lo sea de inmediato, ni que el puesto de trabajo desaparezca”, explican los investigadores del estudio. En muchas profesiones, la IA puede liberar tiempo para que las personas se enfoquen en aspectos más creativos, humanos o estratégicos.

Eso sí, habrá que adaptarse. El estudio no intenta predecir si ciertos empleos van a crecer o desaparecer, sino mostrar qué partes del trabajo ya están siendo alteradas. Y eso, aunque no suene tan dramático como “la IA viene por tu empleo”, es una llamada de atención igual de potente.

Hacia una nueva alfabetización digital

Uno de los mensajes más claros del informe es que la sociedad necesita una nueva forma de alfabetización. No basta con saber usar un procesador de textos o navegar por internet. Necesitamos aprender a colaborar con sistemas de IA, a saber cuándo confiar en ellos y cuándo cuestionarlos. Y, sobre todo, a entender sus límites.

Este reto es especialmente relevante para la educación y la formación profesional. ¿Estamos preparando a los jóvenes para convivir con sistemas que escriben por ellos? ¿Sabemos cómo enseñar a usar la IA como herramienta, y no como muleta?

Los investigadores también alertan sobre la desigualdad: los trabajos más expuestos a la automatización suelen requerir menor formación, lo que puede amplificar las brechas ya existentes si no se acompaña con políticas de apoyo, reciclaje profesional y protección social.

Una transformación inevitable, pero no incontrolable

La inteligencia artificial no es una fuerza incontrolable, pero sí es imparable. Está transformando el trabajo desde dentro, a veces sin que nos demos cuenta. Puede que no sustituya al médico, pero sí al redactor del informe. Puede que no despida al abogado, pero sí le ahorre decenas de horas leyendo jurisprudencia.

El desafío ahora no es evitar el cambio, sino decidir cómo queremos que ocurra. Y eso requiere diálogo, responsabilidad y visión a largo plazo. No se trata de resistirse a la IA, sino de redescubrir lo que solo los humanos sabemos hacer.

Fuente: Noticias inteligencia artificial

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